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Versículo al azar
El Mensaje Reencontrado
Libro XXVIII
NI REVÉTUE — EL BARRO
27. Si nos preguntan qué es el Libro, respondamos: una piedra sobre la cual se apoyan firmemente los creyentes y un manantial del cual extraen agua sin cesar.
27'. 36 opiniones conocidas simultáneamente.
36 oficios aprendidos de una vez.
36 cosas hechas al mismo tiempo.
36 luces vistas de repente.
36 deseos realizados en uno solo.
36 religiones reunidas en una fe.
22 julio 2012
Pues el Señor realiza la palabra de sus enviados, ya que ellos también realizan la palabra del Señor.Y el Señor hace la voluntad de sus hijos, ya que ellos también hacen su voluntad, que es santa y perfecta.
El Mensaje Reencontrado
Richard Wilhelm relató la siguiente historia de Kiao Tchou a su amigo C. G. Jung. Así es como éste se la contaba con asiduidad a sus alumnos:
Había una gran sequía en el territorio en el cual se hallaba Richard
Wilhelm; desde hacia varios meses no caía una gota de lluvia y la
situación se hizo catastrófica. Los católicos hicieron procesiones, los
protestantes elevaron sus plegarias, y los chinos quemaron incienso y
dispararon sus fusiles para espantar a los demonios de la sequía.
Finalmente los chinos se dijeron:
Debemos buscar al hacedor de lluvia, y aquel vino de una de las
provincias. Era un hombre anciano y magro. Dijo que la única cosa que
necesitaba era que pusiesen a su disposición una pequeña casa
tranquila, en ella se encerró durante tres días.
Al cuarto día las nubes se amontonaron y se produjo una fuerte caída de
nieve, en una época del año donde ello no era previsible y en cantidad
no habitual. Tantos rumores circulaban respecto a este extraordinario
hacedor de lluvia que Wilhelm fue a verlo y le preguntó cómo lo había
hecho.
El pequeño chino le respondió:
- Yo no hice la nieve, no soy responsable de ello.
- Pero ¿qué ha hecho usted durante estos tres días?
- Oh, eso puedo explicárselo, es simple.
Vengo de un país donde las cosas son lo que ellas deben ser. Aquí
las cosas no están en el orden, no son como deberían ser según el orden
celeste, entonces todo el país está fuera de Tao. Yo dejé de estar en
el orden natural de las cosas, porque el país no lo estaba. Así la
única cosa que tenía que hacer era aguardar tres días hasta que me
volví a encontrar en Tao, y entonces naturalmente, el Tao hizo la nieve.
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Cuentos,
Kiao Tchou