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Versículo al azar
El Mensaje Reencontrado
Libro XXVIII
NI REVÉTUE — EL BARRO
27. Si nos preguntan qué es el Libro, respondamos: una piedra sobre la cual se apoyan firmemente los creyentes y un manantial del cual extraen agua sin cesar.
27'. 36 opiniones conocidas simultáneamente.
36 oficios aprendidos de una vez.
36 cosas hechas al mismo tiempo.
36 luces vistas de repente.
36 deseos realizados en uno solo.
36 religiones reunidas en una fe.
15 junio 2013
El Mensaje Reencontrado
UNITÉ RÊVEE — EL CIRCULO ETERNO
(extractos)
Cuanto más inteligentes seamos en Dios, más idiotas pareceremos en el mundo.
Las religiones más sublimes dejan a los hombres entre la vida y la muerte, porque nadie se esfuerza en penetrarlas y experimentarlas.
El oro celeste es lo que nos hace falta, ya que la enfermedad de la muerte no agota nuestros deseos.
Cuando todo se disloque y derrumbe en nosotros, Dios obrará en nuestros corazones y la desolación de la muerte se cambiará en luz de vida.
Lo que desciende a lo más bajo es lo mismo que sube a lo más alto, para reunir el Universo esparcido.
No vemos nada, no comprendemos nada de lo que está en nosotros y fuera de nosotros.
Concédenos, Padre de las aguas, la inteligencia de tus leyes, el amor de ti mismo y el conocimiento de tu obra.
Someternos y volver a Dios es cambiar nuestra carroña muerta por la piedra celeste.
Acusándonos del mal que ocurre y agradeciendo a Dios el bien que se presenta, estaremos seguros de no equivocarnos nunca.
Es imposible reunirse con Dios y su gracia sin volver a atravesar las tinieblas franqueadas en el momento de la primera separación.
Nuestra libertad divina es lo que permite hundirnos en la muerte o volvernos hacia la luz, sin otros límites que la razón del absurdo que hace arrepentirnos y la locura del amor que nos hace conocedores y poseedores.
Son necesarios mucho tiempo y esfuerzos para aprender que no sabemos nada, que no podemos nada, que no somos nada por nosotros mismos, pero que lo sabemos todo, que lo podemos todo y que lo somos todo en Dios.
Quien alcanza al Señor ya no sabe conducirse; Dios es quien le lleva hacia la verdad oculta en la humildad primera, despreciada por los ignorantes y por los sabios del mundo.
Quien no aspira desesperadamente al reino secreto será, tarde o temprano, aplastado por el mundo sin provecho para nadie.
Todo lo que pidamos a Dios con la dulzura y con la violencia del amor nos será concedido, ya que es la llave que abre y que cierra el tesoro misterioso de la vida.
Quien persiste en la imbécil alianza de la muerte permanece separado del Señor para siempre.
La puerta estrecha es como una hendidura a ras de tierra; algunos bien la descubren, pero pocos hombres están lo suficientemente desnudos como para pasar por ella sin trabas.
Todo lo que la luz hace, la sombra lo deshace, y todo lo que ésta deshace, la primera lo rehace. Así, el hombre es como un muerto que vive y Dios, como un vivo que muere.
Apliquémonos a los misterios de Dios desde el primer momento, ya que la purificación es dolorosa, el perfeccionamiento es largo y la unión divina, muy secreta.
Juzgando mal a los hombres, nos privamos con seguridad de todo lo que han conservado de bueno.
La gracia del Señor es lo que nos libera de la muerte y nos lava de todas nuestras manchas.
El hombre inteligente e instruido usa con prudencia el fuego y el agua necesarios para la vida.
Él reúne los contrarios con peso y medida, ya que hace falta mucho cielo para mezclarlo con un poco de tierra.
Demasiada gente pretende enseñarnos el sentido oculto de las Escrituras, cuando a la vista está que no gozan de las bendiciones que proporciona tal conocimiento, ya que las obras de vida deben confirmar las palabras santas y Sabias, a ejemplo de la creación que manifiesta la virtud del verbo divino.
«Si somos ignorantes estudiemos la naturaleza y si nos creemos instruidos volvámonos sencillos en Dios.»
Muchos sabios creen revelarnos el secreto de los seres y de las cosas, pero ninguno es capaz de comunicarnos la luz del cielo, la única que importa, ya que es la verdad y la vida de Dios.
«Ellos disputan y se pelean estúpidamente por la cáscara, pero el Sabio poseedor se mantiene alejado de la confusión de las palabras vacías y saborea la almendra en secreto.»
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